y (Herodes) mandó matar a todos los niños
de Belén y de toda su comarca de la edad
de dos años para abajo
Mateo 2,16
El debate instalado en estos meses acerca del falso agravamiento de la cantidad de hechos delictivos cometidos por adolescentes y la propuesta de la baja de edad de imputabilidad actualizan el Día de los Santos Inocentes que hoy se conmemora. Hace algunos años que trabajamos desde la gestión pública la problemática de pibes en conflicto con la ley penal. Muchas veces escuchamos ante un hecho delictivo protagonizado por un adolescente pobre frases como “Qué piensan hacer con estos pibes? Elimínenlos...” Porque si en algo podemos parangonar el relato evangélico con la realidad de nuestros días es en que hay un rasgo fuertemente herodiano en la cultura neoliberal aún imperante: los pibes nos causan miedo, alguien tiene que terminar con ellos. Ocultamos tanto como es posible su existencia. Y, cuando por ahí se hacen visibles a partir de algún hecho violento, redoblamos la apuesta: pedimos mano dura, baja de edad de imputabilidad.
Como sistema enfrentamos una disyuntiva crucial: o avanzamos decididamente hacia más seguridad para todos/as, que es más trabajo, más distribución de la riqueza, más educación, más igualdad, más libertad, profundizando la etapa 2003–2008, o nos doblegamos ante los embates de los sectores que defienden exclusivamente sus propios intereses, sin entender que “nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza”. Es imprescindible ponernos de acuerdo en los grandes ejes de política pública y no corrernos de ahí al compás de la “política de mercado”. No se trata solamente de “medir lo que dicen las encuestas”, sino de seguir construyendo un plan que discuta en los hechos el escepticismo liberal impuesto.
Si algo aprendimos en nuestra experiencia de gestión es que la política pública se encarna en cada barrio. Con trabajo conjunto y presencia permanente del Estado. Con método: diagnósticos participativos, elaboración de planes locales y evaluación permanente de procesos y resultados. El Programa de Respuesta Múltiple para la prevención Comunitaria de la Violencia (PRM) que impulsamos junto a cientos de organizaciones comunitarias proporcionó espacios de pertenencia juvenil, posibilitó que ellos comenzaran a construir proyectos vitales, que recuperaran ganas de vivir y de realizarse. Aprendimos que era preciso un nuevo “cuerpo a cuerpo” para ser efectivos en el “rescate” y lograr integración comunitaria. Es posible alcanzar una política pública de Niñez y Adolescencia que nos sensibilice y active, que ame mucho más a los pibes concretos que los diagnósticos y discursos de restitución de sus derechos. Por esto decimos no a la baja de imputabilidad, sí al sistema de responsabilidad penal juvenil. Sí al sistema de promoción integral de los derechos de los pibes, los tres ejes de la campaña “Ningún pibe nace chorro” que junto a cientos de organizaciones y áreas de gobierno presentamos el 19 de diciembre. Miles de chicos siguen muriendo en nuestros barrios más humildes, víctimas de la violencia. No hay justificación posible. Un nuevo Herodes, impersonal y fantasmal, parece haber ordenado la matanza. Los santos inocentes andan por las calles de cualquier villa del conurbano. Muchos dirán que ya no son “inocentes”. Y en parte es cierto. Este nuevo Herodes ha sido mucho más cruel que el del relato evangélico. Primero mató su “inocencia”, su infancia, luego ordenó el degüello. Jesús se salvó de la matanza de Herodes porque un ángel les previno. ¿Seremos nosotros capaces de salvar a nuestros chicos? Ya los ángeles nos han avisado hasta quedar afónicos.
* Ex jefa de gabinete de la Intervención de la Policía Bonaerense (1998). Subsecretaria de Participación Comunitaria (Ministerio de Seguridad) 2004–2007 Subsecretaria de Niñez y Adolescencia (2008).
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domingo, 28 de diciembre de 2008
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